martes, 1 de mayo de 2012

El libro olvidado

En el banco del parque había un libro olvidado.

Blanca, en su rutina nocturna de paseos improvisados, encontró aquel banco con el libro arrinconado sobre la roída madera. Curiosa se sentó a su lado y lo observó desconfiando de su desaliñado aspecto. Sin poder resistirse alargó su brazo y acarició la cubierta violeta. Sintió, por el calor que desprendía, que era un buen libro. Lo colocó en su regazo y abrió la solapa, encontrándose con una dedicatoria incomprensible y una firma nerviosa.

Por su textura desgastada, las páginas dobladas y las manchas de café, supo que el libro había tenido una vida intensa y que había viajado por muchas manos. Algunas lo habrían tratado con más delicadeza, otras con menos; algunas lo habrían querido, a otras las habría disgustado. Pero ninguna de ellas deseó conservarlo.

Blanca quiso conocer la historia que contaba. Ojeó las primeras páginas, en las que solo encontró vagas introducciones, hasta dar con el verdadero comienzo. Se encandiló con la primera frase y luego con la segunda y tercera, así hasta terminar el primer capítulo y luego el segundo y tercero. Antes de que las campanas dieran las doce, ya era adicta a las dulces sensaciones que le producía aquel libro desdeñado.

Al terminar de leer, las últimas palabras se quedaron impresas en su memoria. ¿Por qué alguien abandonaría una historia como esta?, se preguntó con tristeza y a la vez con regocijo al pensar que ahora ella sería su dueña. Y más extraño todavía, ¿Cómo es que nadie más se había fijado en aquel pequeño tesoro sobre el banco?

Sonrió, guardó el libro debajo de su chaqueta azul y caminó de vuelta a casa, sintiéndose privilegiada por descubrir un extraordinario objeto que todos había pasado por alto.

El libro ya nunca más volvió a ser olvidado.

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