jueves, 15 de agosto de 2013

A cámara lenta

Ocurre a veces, caminas entre una multitud bulliciosa, ruidosa, acongojada y viciada. Formas parte de ella, pero quieres huir de alguna manera. Te imaginas a ti mismo, como ocurre en las películas, parándote de golpe y dando una vuelta completa para ver a tu alrededor, para escuchar, para entender… Y entonces sucede la magia de la cámara lenta. Todos y todo, menos tú, empiezan a enredarse en un pausado movimiento que permite desglosar cada una de las partes de algo que antes parecía desordenado, pero que a cámara lenta es hipnótico y atrayente.

Observas las caras y sus gestos, los movimientos de las manos y las piernas. Al fin puedes adivinar los anhelos y las preocupaciones de esas personas. Puedes imaginarte la escena pintada en un cuadro. Un brazo que se extiende lentamente para saludar una cabeza que empieza a formar una sonrisa. Un bolso que esconde un futuro balanceo. Unos labios abriéndose para formar un “Buenos días”. Y de repente el caos se convierte en una canción con melodía suave y tranquila. Piensas que quizás, si pudieras vivir para siempre dentro de una cámara lenta, serías más feliz.

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