lunes, 5 de agosto de 2013

Cuando el fuego aparece

En un segudo, en el misero segundo que tardas en abrir un mensaje, todo cambia, aunque en realidad nada ha cambiado, porque llevabas conviviendo con la novedad ya mucho tiempo, solo que ahora es visible. Te paras, miras a tú alrededor sin siquiera abrir los ojos y surgen mil dudas y preguntas: ¿Cómo? ¿Por qué? ¿Qué tan insignificante llega a ser la existencia de una persona?

Luego están esos maravillosos recuerdos, plagándote la mente de manera abrumadora. Las caras de todos y de nadie, además, también la tuya. No sabes si llorar, gritar o simplemente dejarte llevar por una silenciosa impotencia. Nada sirve, nada importa, nada va a mejorar la situación. Por más que ardas por dentro, las llamas no van a salir al exterior, no hay aire que las extinga. Te obligas a ahogar los quejidos, los tuyos y aquellos otros que hay a tu alrededor, hacer que todo fluya con la mayor naturalidad posible. Sientes mil engaños, aunque no eres la engañada. Sientes mil pinchazos, aunque no eres la apuñalada.

Y al final, con todo ese desconcierto y dolor, lo único que intentas, lo único que tienes claro, es que necesitas sobrevivir a pesar del fuego.

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