miércoles, 25 de septiembre de 2013

No más paseos de revista

Paseas una tarde, pensando en todo y en nada, uno de esos días en que tienes poco que hacer y mucho en lo que pensar. Entras en una librería, ojeas algunos libros que te llaman especialmente la atención y de repente llegas a la sección de prensa y revistas. Hace años que no lees una, probablemente desde que acabaste el instituto. Observas por encima algunas portadas y finalmente te decide. Luego te llevas un pequeño puñetazo en tu cartera, las revistas solían ser mucho más baratas cuando ibas al instituto.

domingo, 22 de septiembre de 2013

Espera

La cortina echada

El café en la mesa

La canción de siempre

Repite, repite y repite otra vez.

 

Las tardes tranquilas

La noche lozana

Indolentes mañanas

Esperas, esperas y esperas sin querer.

 

Puertas cerradas

La cama, tú cama

Un espejo en la pared

Miras, miras y miras pero nada ves.

martes, 17 de septiembre de 2013

Un mañana mejor

Llevo mucho tiempo planeando este viaje. Hace unos meses todo eran nuevas esperanzas, ilusiones. Hacía cada trazo en el plano de mi nueva aventura con entusiasmo, con ganas de revivir en cada idea. Y entonces… ¿Cómo explicar que aún no he despegado y ya parece un fracaso? Ahora entiendo como un hoy puede borrar del todo el mañana que pinté, aunque las cosas que quisiera ver cambiar son las que nunca cambian. Y todo pesa, todo duele. Sientes que no has hecho suficiente.

Pero me alegro de que no haya huida fácil, las elecciones están hechas y no existe una vuelta atrás. Así, detrás de mí tan solo dejo unas cartas, algunas entregadas, otras que jamás serán leídas ya. Una caja azul de los recuerdos, baúl de los juguetes olvidados, algunos libros y unas fotos de carnet. Ya sé que es difícil empezar un viaje caducado, tan solo espero que el destino elegido me cure la maldita desazón. Querer, volar, caer, crear, perder, ganar, soñar… Si ha habido un hoy, habrá un mañana mejor.

lunes, 16 de septiembre de 2013

No hay esperanza

La niña recogió la chaqueta gris del suelo y rascó con parsimonia las manchas oscuras que adornaban el cuello de la prenda. Por el color, bien podrían haber sido unas salpicaduras de zumo de arándanos; pero ella sabía que era sangre de aquellos que habían luchado en la plaza. Escondida en una finca solitaria había observado, por la ranura de una ventana tapiada, como durante horas un remolino enfurecido de cuerpos contra cuerpos arrasaba la calle. Ahora solo quedaba la nada más absoluta. Vagaban sin rumbo decenas de almas abandonadas, resultado de una violencia desgarradora.

La pequeña metió sus brazos escuálidos en las mangas, demasiado largas para su diminuto cuerpo. No tenía frio, pero quería resguardar su cuerpo de los recuerdos agónicos de aquel nefasto espectáculo. Un hombre alto y uniformado apareció ante la pequeña y cogió su mano temblorosa. En sus ojos no había reflejo alguno de culpa o piedad, pero su boca fingió una cálida sonrisa, que a pesar de todo no logró reconfortar a la niña. Después de abandonar la plaza la niña alzó su carita y preguntó con frágil inocencia:

—¿Por qué, papá?

—¿Cómo dices, cariño?

—¿Por qué has matado a esas personas?

El hombre sintió como las vibrantes pupilas de su hija se clavaban en él con angustia, pero no se inmutó lo más mínimo.

—Esas personas, mi vida, habrían muerto de todas maneras, ya no tenían esperanza.

—No papá, yo lo vi… Esas personas querían vivir.

domingo, 15 de septiembre de 2013

Sabes

¿Sabes, lo que digo?

Que se acabó, no más palabras.

Me he cansado de tanto naufragar.

 

¿Sabes, lo que pienso?

Que no hay ningún desvío en la misma dirección

Nunca lo hubo, ni lo habrá.

 

No veo rosas, ni violetas, ni azucenas, ¿sabes?

No hay luz donde un día hubo sol;

Y el hielo no se derrite nunca,

Tan solo acaba con los vestigios de calor.

 

Pero… ya no parece grave, ¿sabes?

Tan solo elijo el camino fácil;

El tiempo, con su nueva utopía,

Parece ahora la mejor opción.

lunes, 9 de septiembre de 2013

Encuentro

La madera, entristecida por el tiempo y falta de su color natural, cedió apenas bajo el peso de su espalda. Un crujido casi imperceptible y luego un suspiro. La lana azul de su bufanda rozó la cómoda blanca de la entrada. Un delicado aroma a menta y a miel empezó a extenderse por toda la casa, él se adentró en ella. Recorriendo sus largos pasillos con tensa parsimonia, llegó a la cocina, donde una tetera lo esperaba sobre la mesa de cristal. Se deshizo del pesado abrigo y se quitó el gorro, dejando al descubierto su corto cabello negro. Una silla lo esperaba impaciente, al igual que él se impacientaba por ocupar su sitio de siempre.

viernes, 6 de septiembre de 2013

Hablarte

“¿Recuerdas aquellos jóvenes de antes?

Los viajes, las noches,

aquellos cafés de mañana amargos.

 

¿Recuerdas la arena, el sol en la cara?

También las tormentas,

El olor de la tierra mojada.